La siembra irrevocable

No hemos arado en el mar ni hemos sembrado en un erial. Tenemos que reconocernos en la historia, sin complejos ni prejuicios. Sin el síndrome de perdedores o desplazados.

La lucha en el proceso del cambio es nuestra propia biografía.

Los comunistas nunca escatimamos esfuerzo o sacrificio para abrir los caminos de la liberación nacional y social.

Quizá nubló nuestro horizonte una cruenta batalla contra los bellacos que, apoltronados en su mediocridad, sólo buscaban mezquinas cosechas para satisfacer su apetito de enanos. Nosotros soñamos y luchamos por el comunismo. Todo lo que nos acerque a él es nuestra causa. Sin pretender ser dueños absolutos de la verdad, sin aspirar a medrar en el Estado, ahora invadido por las masas insurrectas, que todavía no han encontrado las claves del poder que conquistaron y sustentan.

El Partido Comunista para la Revolución (V Congreso) puso las cosas en su sitio, pero a costa de su propio desangramiento. Los oportunistas, como siempre, sin avergonzarse de su impostura, alaban el proceso, al que quisieron matar en sus raíces por no ser el “camino ortodoxo”, para cosechar migajas y canonjías, sabiendo que ya no son parte de la revolución, que su horizonte se agota en un carguito burocrático o en un precario empleo diplomático.

Nosotros nunca perdimos la ambición colectiva de hacer de nuestras vidas algo más que un discurso para conseguir el triunfo del comunismo y su construcción.

Derrotas transitorias, pueden ser el alimento de la victoria, como siempre.

Pero no podíamos desertar del combate contra los que nos expropiaron la esperanza, aunque eso nos provocara un desangramiento, que no es la muerte, sino la evidencia de la vida.

¿Qué ha quedado tras la conflagración?

Si se aplica el método positivista, se cerró un ciclo y se abrió otro. Sólo faltaría hacer la contabilidad de los muertos y  heridos, para asignarle la victoria a unos o a otros. Cuántos ítems tiene su libro de militantes, cuántos “espacios” del poder ocupa (económico, social o político) cuantas publicaciones realiza, cuantos locales sostiene y a cuánto asciende su patrimonio o quizá cuántas becas administra o a cuántos congresos de partidos “hermanos” asiste.

Simplismo idiota, idealismo instrumental, al que suelen acudir algunos “analistas”.

Todo exorcismo es la anulación del contenido en el continente (dicho de otro modo: se arranca al demonio, matando el cuerpo endemoniado). Por eso es que los autos de fe hacían desaparecer todo rastro de la ficción con el fuego purificador. Así se daba sosiego a la conciencia atormentada. Todo aroma extraño era devorado por el olor de la chamusquina.

Como esta no fue una cuestión de fe, el exorcismo sólo dejó cenizas, un esqueleto calcinado de lo que fuera el exorcista que deambula, como fantasma a la sombra del poder ajeno, del que no aspira más ser titular, pero no alcanzó a quemar las semillas sembradas en la historia.

No es una disputa entre la verdad o la falsedad químicamente puras, sino la posibilidad de desplegar la potencialidad de un contenido no plasmado. Descubrir su viabilidad.

No se trata de edificar fortalezas  sobre las ruinas de los templos de los vencidos, Eso sería simple evolucionismo. Cambio lineal de postas.

No obstante que la contabilidad podría registrar déficits en contra de los argonautas del Quinto Congreso, hemos obtenido el éxito de constatar que la historia cabalga en los corceles que nacieron de nuestra utopía, aunque no de nuestras haras.

La tentativa no está frustrada, sólo está inconclusa. La revolución camina por la cuadratura del círculo, como lo  proclamáramos entonces.

Fuerzas todavía no visibles, que el exorcismo satanizara, saltaron por su cuenta a la palestra histórica y aquello que las motiva discurre con glóbulos rojos nuestros (aunque sin cédula de identidad) en su torrente, reproduciéndose sin cesar.

Esa es la vitalidad de la utopía que contribuimos a formular. Lo imposible se hace posible si superamos los calcos y modelos cerrados.

Forjamos el material del hombre nuevo (no fue sólo una terca firmeza por mantener la dignidad como el patrimonio más preciado, sino como la fuente inagotable que fecunda al sujeto revolucionario colectivo).

Pese a las adversidades, pese a los avatares, nunca dejamos de ser comunistas.

A propósito,  recuerdo lo que me dijera Inti Peredo, cuando su aparato de seguridad se diluyó en Cochabamba y no consideró mejor opción que confiar su vida, en esa suprema urgencia, a militantes comunistas (Eduardo Campero y yo), pero bajo la condición de que no se tomara esta acción solidaria como una tarea orgánica del PCB (desconfiaba de Kolle, como nosotros mismos, aunque con mayores fundamentos). Aludiendo a cierto enfriamiento de la solidaridad internacional y a la fragilidad de combatientes venidos de canteras diversas, él consideraba que los mejores eran los comunistas. Por eso nos dijo que reclutaría para la JCB a Geny Köeller, militante del FRUC, en cuya casa (por nuestra gestión) tuvo el primer refugio en ese momento. Y también nos preguntó “¿Cuándo se alzarán ustedes?”-“cuando hayamos ganado la batalla interna, sin romper el Partido, cuando las papas quemen” – “Las papas ya están quemando, espero que ganen la batalla. Nos reuniremos cuando eso ocurra” (sic).

Ni Geny ingresó a la Jota, ni pudimos vernos otra vez con Inti. Ambos serían asesinados, Inti, casi dos meses después, en La Paz (9.9.69) y Geny, casi un año después en Cochabamba (8.6.70) militando en el ELN.

¿Debimos alzarnos  ese momento? ¿Estuvo bien acumular fuerzas hasta vencerlos en el Quinto Congreso? ¿Cuándo es temprano y cuando tarde en la historia?

El Partido de los poetas cumplió su rol. Falta completar su papel construyendo el organizador de la voluntad colectiva.

Enfrentamos al monstruo de la impostura y lo derrotamos, construimos la utopía revolucionaria (poesía) pero no avanzamos mucho hacia la concreción de la misma, haciendo posible lo imposible (política). La primera sólo se realiza en formas de organización de la lucha y del poder.

Tal es el desafío del viaje iniciado entonces. Completémoslo o muramos de una vez sin agonía ni duelo, pues de la mano de Katari y Korchaguin hoy vuelve Marx, para ser millones..

Un fuerte abrazo

Ramiro (Manuel, Arsenio Maita, Rafael Oriana, María, Sor Natividad Constanza………..)

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